La Universidad Finis Terrae es una institución de educación superior de identidad católica constituida como corporación de derecho privado, sin fines de lucro.
Está conformada por una comunidad universitaria que, inspirada en los valores cristianos, busca la verdad, el bien y la belleza para contribuir a la transformación de la sociedad.
Fue fundada en 1981, siendo la segunda universidad privada en constituirse como tal, iniciando, sin embargo, sus actividades académicas en 1988, con las carreras de derecho e ingeniería comercial. En 1996 alcanzó su autonomía institucional.
A fines de la década de 1990, el Consejo Superior de la Institución, buscando asegurar la permanencia en el largo plazo de la Institución, suscribió un convenio de asociación con la Congregación de los Legionarios de Cristo, que ha permitido importantes avances en infraestructura, desarrollo institucional y extensión, así como la apertura de nuevos programas de estudio, de pre y postgrado.
De esta forma, se garantizó la continuidad de un proyecto universitario fundado en la excelencia, la formación integral, la generación de conocimiento, la creación artística y el aporte a la transformación de la sociedad.
La Universidad Finis Terrae expresa la misión, los principios, propósitos y valores que inspiran su quehacer y el de su comunidad universitaria. En este sentido entrega una orientación para todos quienes trabajan y se relacionan con nuestra comunidad universitaria.
Ser una universidad de identidad católica de excelencia, reconocida como tal, que aporta al bien común de la sociedad a través de la calidad de sus programas formativos, de la investigación, de la creación artística y de la vinculación con las necesidades locales y nacionales. Una comunidad académica consolidada, centrada en la persona y comprometida con la verdad que otorga valor agregado a sus estudiantes, contribuye a la cultura y fomenta el desarrollo del país.
Nuestra misión es contribuir a la formación integral de personas que sean agentes de transformación de la sociedad y de la cultura conforme a los valores cristianos y construir una comunidad académica de excelencia que busca la verdad, el bien y la belleza.
De esta definición, se desprenden las funciones universitarias que desarrolla nuestra Institución. En primer lugar, no es posible comprender la formación integral de la persona humana, fin esencial de la Universidad, si no se asume que la perfección de la inteligencia es el conocimiento de la verdad, siendo la Universidad el lugar privilegiado para ello. La inteligencia es capaz de conocer la verdad sobre el bien, motor de nuestra voluntad y por tanto, de todas nuestras acciones. De ahí que no se pueda disociar el buscar la verdad del consecuente sentido moral que esa búsqueda conlleva, porque está implícita en ella misma. El hombre conoce para poder actuar y su actuar debe, a su vez, estar dirigido por aquello que conoce. Por ello, una formación integral no sería tal si no considerase la reflexión ética como parte esencial de la misma.
En segundo lugar, la Universidad se reconoce inmersa en la sociedad; de ahí que busque influir en ella a través de la formación de personas y de la investigación, pero también estableciendo una relación que permita, de manera bidireccional, aportar y recibir su aporte.
Por otra parte, el conocimiento humano debe ser incorporado en el desafío más alto que da origen y define no sólo la actividad, sino la identidad misma de la Universidad, esto es, la búsqueda de la verdad. En efecto, ella no es solo tarea universitaria, sino también un anhelo natural del ser humano, pues sólo desde la verdad se ilumina la vida del hombre.
«Todos los hombres desean saber, y la verdad es el objeto propio de ese deseo (…) Es, pues, necesario que los valores que se persiguen con la propia vida sean verdaderos, porque solamente los valores verdaderos pueden perfeccionar a la persona realizando su naturaleza»[1]. Educar a la persona según su dignidad exige, por tanto, que se le ayude a conocer la verdad. Asimismo, la belleza es la expresión visible del bien, así como el bien es condición de posibilidad de la belleza. Verdad, bien y belleza no son valores autónomos, sino expresión de un mismo ser. La belleza genera en el espíritu humano la admiración y ésta pone en marcha en el intelecto la búsqueda de la verdad que, una vez encontrada, aquieta y llena de gozo el corazón del hombre. “La belleza es conocimiento, ciertamente una forma superior de conocimiento, puesto que toca al hombre con toda la profundidad de la verdad. El encuentro con la belleza puede ser el dardo que alcanza el alma hiriéndola, le abre los ojos, hasta el punto de que entonces el alma, a partir de la experiencia, halla criterios de juicio y también capacidad para valorar correctamente los argumentos”[2].
[1] Juan Pablo II, Fides et ratio, 25
[2] Ratzinger, J.; Mensaje a los participantes del Meeting de Rímini, en Humanitas 2005
La comunidad universitaria católica busca incansablemente la verdad, propone una visión integral y trascendente de la persona en fidelidad al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia. También tiene una vocación de servicio y compromiso con el bien común.
Como universidad católica nos esforzamos por entablar el diálogo entre fe y razón, así como también por explicitar el sentido último de la ciencia, la tecnología y la cultura como realidades ordenadas al bien, la dignidad y la centralidad de la persona.
Los valores del humanismo cristiano emanan del Evangelio y orientan la vida de la persona hacia la plenitud y la trascendencia en su relación con Dios y el prójimo. Valores que son recogidos en el Ideario Institucional de nuestra Universidad, tales como la dignidad de la persona; el amor y compromiso con el otro, en especial con quienes más necesitan; el espíritu de servicio; la pasión por la verdad y el sentido de trascendencia.
Es un movimiento católico que tiene su raíz en la vocación evangelizadora de todo fiel cristiano y se orienta a proclamar y difundir el Reino de Cristo, por la santificación de sus miembros en el estado y condición de vida en el que Dios los llama y por una acción apostólica personal y organizada que se esfuerza para que Cristo reine en el corazón de los hombres y de las sociedades.
Como parte de su misión, el Regnum Christi contribuye a la evangelización, a través de establecimientos de educación superior que se encuentran en México (10), Italia (2), Estados Unidos (1), España (1) y Chile (1), además de más de un centenar de colegios distribuidos en varias partes del mundo.
La formación integral es el eje articulador de nuestra actividad universitaria, porque pone en el centro a la persona como un todo que debe desarrollarse no sólo en lo académico o profesional, sino en las diversas dimensiones que constituyen la riqueza de cada persona. Para ello buscamos poner a disposición los medios necesarios para el desarrollo armónico de nuestros estudiantes.
A partir de la formación de habilidades y competencias de nuestros estudiantes, la Universidad Finis Terrae se propone desarrollar sus capacidades intelectuales, en las que destacan particularmente el espíritu reflexivo y la creatividad, a fin de lograr que nuestros egresados sean altamente competentes en lo profesional y, a la vez, contribuyan al desarrollo de la sociedad.
El desarrollo armónico de nuestros estudiantes va acompañado del estímulo consciente de la responsabilidad que tienen consigo mismo y los demás miembros de la sociedad. Buscamos ofrecer a nuestros estudiantes espacios que permitan el desarrollo de su dimensión trascendente y el ejercicio de la generosidad para poner al servicio del bien común los talentos recibidos.
La Universidad, a través de la investigación, creación artística e innovación que desarrollan sus académicos y estudiantes, busca contribuir a la generación de conocimiento y dar soluciones a problemáticas actuales. De esta manera, se vincula también con la comunidad para contribuir al bien común y al desarrollo del país.
La comunidad de académicos y estudiantes que integran la Universidad busca la verdad a través de la formación en sus tres niveles: pregrado, postgrado y educación continua. Una formación que promueve la capacidad de reflexionar sobre los quehaceres propios de cada disciplina para valorar el conocimiento en sí mismo.
A través de la formación de nuestros estudiantes y el desarrollo académico al interior de la Universidad, así como también de la generación de aportes específicos para el desarrollo y la mejora de los entornos significativos del medio externo, la Universidad Finis Terrae busca contribuir a la sociedad irradiando aquello que en el ejercicio de la búsqueda de la verdad se va profundizando.
En ese sentido contribuye a la evangelización de la cultura, participando responsable y activamente en los asuntos públicos a través de investigación aplicada, extensión, servicios a la comunidad y educación continua, entre otras iniciativas.
Toda actividad universitaria nace y termina en una persona.
Poner a la persona al centro implica reconocer su dignidad y singularidad; es tener en todo momento presente que lo que hagamos o dejemos de hacer repercute en personas a quienes nos debemos porque son la razón de ser de nuestro trabajo cotidiano.
En ese sentido, el trato personal es una característica específica y reconocida de la Universidad Finis Terrae; allí tenemos una gran riqueza que es custodiada y cultivada para que se extienda a través de cada miembro de nuestra comunidad hacia la sociedad.
Es una manera muy concreta de influir en la sociedad y que va más allá del profesionalismo: vemos a la persona no como una realidad cerrada en sí misma, sino abierta a la relación con los demás.
Por ello, poner a la persona al centro, lejos de propiciar un individualismo egoísta, nos abre al bien común en cuanto no existe desarrollo personal pleno sin la aceptación del otro.
“Es preciso aspirar a una cultura que asegure la centralidad de la persona, sus derechos inalienables y el carácter sagrado de la vida”[3]. Por ello, nuestra Universidad asume un irrestricto compromiso con la defensa de la vida y la persona inocente, desde su concepción hasta su muerte natural, rechazando cualquier forma de atentado directo y deliberado en su contra[4].
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[3] Juan Pablo II; Mensaje al Rector Magnífico de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, Roma 2000
[4] Instrucción Donum Vitae, 5; Carta Encíclica Evangelium Vitae, 53; Carta Encíclica Evangelium Vitae, 57; Catecismo de la Iglesia Católica Nº 2270.
Es uno de los motores más fuertes que mueven al hombre a realizar grandes obras. Independientemente de si cree o no en un ser superior, la persona, en su interior, lleva un ansia de trascendencia, de ir más allá de los límites del espacio y del tiempo y, consecuentemente, de dejar huella.
Quienes creen en Dios saben que las acciones no sólo tienen un efecto inmediato, de corto plazo, sino que, como el eco de un sonido, permanecen reverberando en la eternidad. Ambos efectos, el temporal y el eterno, dejan huella para bien o para mal, primero en la persona y luego en quienes le rodean, en la sociedad actual y futura.
Toda persona está llamada a trascender porque esos dones que Dios ha puesto en su vida son las herramientas con las cuales puede construir una vida plena para todos.
Es la característica clave de la vida intelectual, porque en el interés (o el amor) por la verdad y en el consecuente rechazo al error, encuentra su auténtico sentido la libertad académica y se aprende a “razonar con rigor, para obrar con rectitud y para servir mejor a la sociedad”[5].
Sólo desde la verdad se puede entablar un auténtico diálogo con los demás. El buscar la verdad no limita ni encasilla, sino que abre los reales horizontes de la persona humana y la hace verdaderamente libre. Porque la pasión por la verdad no es sólo una tarea universitaria, sino un anhelo natural del ser humano que ilumina la vida del todo hombre.
“En este sentido, fe y razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo”[6].
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[5] Juan Pablo II, Ex Corde Ecclesiae, 2
[6] Juan Pablo II, Fides et ratio, 3
Entendemos bien común como “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección”[7]. De ahí el esfuerzo por formar estudiantes comprometidos, responsables de su rol en la sociedad y despiertos a la participación activa en los asuntos públicos. Para ser auténtico agente de cambio es necesario primero que se verifique una transformación personal, para solo entonces y así incidir en la transformación de la sociedad.
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[7] Conc. Vaticano II, Gaudium et spes, 26
Platón describe la belleza como el resplandor de la verdad, poniendo de relieve una indisoluble relación mutua entre verdad y belleza. Esto implica que, además de ser la belleza una “puerta” que permite entrar en el ámbito de la verdad, ella misma encuentra en la verdad su consistencia.
“Una belleza que fuese extraña o separada de la búsqueda humana de la verdad y de la bondad se transformaría, como por desgracia sucede, en mero esteticismo y, sobre todo para los más jóvenes, en un itinerario que desemboca en lo efímero, en la apariencia banal y superficial, o incluso en una fuga hacia paraísos artificiales, que enmascaran y esconden el vacío y la inconsistencia interior”[8].
La belleza se constituye así en un camino que orienta a la persona a la verdad, al bien y a la trascendencia. En palabras del filósofo, “la potencia del Bien se ha refugiado en la naturaleza de lo Bello”[9].
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[8] Benedicto XVI, Mensaje al Presidente del Pontificio Consejo de la Cultura con ocasión de la XIII Sesión pública de las Academias Pontificias, Roma 2008
[9] Platón, Filebo, 65A
Todo miembro de la comunidad Finis Terrae debe caracterizarse por su actitud de apertura a las diversas ideas y a quienes las sostienen, buscando escuchar y comprender auténticamente, sin por ello renunciar a las convicciones que brotan del correcto ejercicio de la razón.
La Universidad es una comunidad y esta no es comprensible sin diálogo ni la correcta tolerancia al otro. El genuino debate intelectual es la base de la dinámica de una comunidad universitaria, dinámica que hunde sus raíces en la común inquietud por encontrar la verdad, vivir el bien y disfrutar de la belleza.
Vince in bono malum –Vencer al mal con el bien– es una expresión tomada de la Carta de San Pablo a los Romanos que sintetiza la filosofía de la Universidad Finis Terrae. Expresa una actitud positiva y constructiva ante los problemas y desafíos de la realidad circundante, en el convencimiento de que el bien y la verdad son más poderosos que el mal y el error, porque en definitiva el amor de Dios es más fuerte que el odio.
Es un programa de acción positiva que invita a vencer el mal de la ignorancia con el bien de la ciencia; el mal de la improvisación con el bien del profesionalismo apoyado en la moderna técnica; el mal del materialismo práctico con el bien del humanismo que reconoce la naturaleza espiritual de la persona humana; el mal de los antagonismos sociales con el bien de la concordia y la armonía; el mal de la injusticia con el bien de la caridad; el mal del desenfreno egoísta con el bien de la apertura y la confianza en Dios. En síntesis, un lema que refleja la aspiración y certeza en la transformación cristiana de la sociedad.