

En el desierto de Atacama, uno de los ecosistemas más frágiles del planeta y hogar de los geoglifos más emblemáticos de Chile prehispánico, la Universidad Finis Terrae está impulsando un proyecto interdisciplinario que une arte, arquitectura, conservación, sostenibilidad y colaboración comunitaria. Se trata de El Gigante Vestido, una intervención artística efímera que visibiliza la crisis del sobreconsumo y la fragilidad del patrimonio.
Liderado por los arquitectos y académicos Victoria García y Andrés Echeverría, el proyecto nace de un trabajo de investigación que analiza las tensiones entre consumo, territorio y patrimonio. Cada año, más de 59 mil toneladas de ropa llegan a la Región de Tarapacá; dos tercios terminan en vertederos ilegales del desierto, generando contaminación por microplásticos, quemas tóxicas y un deterioro acelerado de un suelo incapaz de regenerarse.
“Alto Hospicio vive una de las mayores crisis socioambientales de Chile. Enormes vertederos de ropa cubren el desierto y alteran su ciclo natural. Pero este mismo paisaje guarda un tesoro milenario: los geoglifos, símbolos de nuestra historia arqueológica y geológica de valor incalculable. Hoy existe el riesgo de que se borren nuestras huellas”, advierte Andrés Echeverría.
En este contexto, los académicos de la Universidad Finis Terrae —que han trabajado con el apoyo del municipio de Alto Hospicio y organizaciones comunitarias locales— se propusieron construir a escala real la figura del famoso geoglifo Gigante de Tarapacá, ubicado en una ladera del cerro Unita en Huara, con prendas retiradas de los vertederos de Alto Hospicio. La intervención transformará estos desechos textiles en una obra de arte y en un llamado de atención sobre cómo un modelo cultural basado en lo descartable amenaza tanto al territorio como a nuestra propia permanencia en el mundo.
“En enero de 2026, la figura del Gigante se recreará en el cerro Huantajaya en un formato de 40 por 90 metros. Allí, la memoria ancestral y la huella de nuestro consumo se mirarán frente a frente para recordarnos lo que recibimos y lo que estamos dejando”, señala Victoria García.
Tras su exhibición, toda la ropa será enviada a plantas de reciclaje, integrando así un enfoque de economía circular coherente con el mensaje de la obra.

Conocimiento al servicio del país
Pero El Gigante Vestido no es simplemente una obra de arte; también opera como dispositivo de mediación pública, puesto que convierte una problemática técnica y ambiental en una experiencia accesible y simbólica para audiencias amplias. La instalación —visible desde la Ruta A-16— transmitirá de forma tangible la fragilidad del patrimonio y la magnitud del problema del sobreconsumo.
La intervención será efímera, pero su propósito no lo es: dejar instalada una agenda de reflexión y acción colectiva sobre cómo habitar, cuidar y comprender el desierto en un momento crítico para su preservación. Desde la Universidad Finis Terrae, el arte y la investigación se entrelazan para generar conocimiento que dialoga con el territorio y que se pone al servicio del país.
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