La profesora del The Grange School se especializó en innovación. Después de haber pasado por diferentes colegios, opina que la vulnerabilidad está en todos los sectores económicos.
Macarena Bordagaray Dañobeitía, Profesora en educación general básica.
Magíster en Educación General Básica con especialización en inglés y profesora de educación general básica de la Universidad Finis Terrae, ambos títulos obtenidos con distinción máxima. Luego de cinco prácticas en diferentes establecimientos, realiza su práctica en The Grange School, donde ha logrado ir ascendiendo en el escalafón de ese establecimiento: Form Teacher, Upper Prep Teacher y Head of Year, responsabilidad que asumió en 2023.
De niña, a Macarena Bordagaray le gustaban los juegos en los que ella era “la profesora”. De hecho, se acuerda de varios, pero opta por tres: “Tengo el recuerdo de poner todos mis peluches en la salita de estar y hacerles clases, hice hasta un libro de clases con un cuaderno donde pasaba lista y ponía notas”.
Del otro recuerdo, hay huellas físicas: “Tenía todos los cuentos de la casa con ‘checks’ y notas”. Y del tercero, hay testigos (o cómplices): “En el jardín infantil las tías me ‘dejaban a cargo’ cuando había poquitos niños en la mañana y estábamos esperando que empezara la jornada, me encantaba ir al jardín, quizás porque me daban mucho espacio para explorar mis dotes pedagógicos”, se ríe, al final de una de sus jornadas de trabajo en The Grange School, donde ejerce la profesión para la que parecía predeterminada, pero que casi no eligió.
Cuando Macarena terminó su educación media en el Colegio Teresiano Enrique de Ossó, en La Reina, con distinción por excelencia académica, entró a estudiar Gastronomía. Más específicamente, Administración de Artes Culinarias, en Culinary.
“No era lo mío”, dice escuetamente. Se salió y, tras conversar con su papá, acudió a una sicóloga vocacional que le ayudó a decidir entre las tres carreras por las que sentía interés: Pedagogía en Inglés, Pedagogía Básica o Derecho. Optó por Pedagogía en Educación Básica con mención en inglés en la Finis Terrae, de donde egresó en 2017 con distinción máxima, misma calificación que obtuvo tras cursar el Magíster en Creatividad e Innovación Educativa cinco años después en la misma universidad.
Eligió la Finis porque el plan de estudios incluye prácticas presenciales en diversos colegios desde el primer año, hasta completar, actualmente, nueve en el ciclo formativo. En 2017 Macarena debía hacer la última de esas pasantías, la definitiva práctica profesional y la universidad había conseguido un cupo para hacerla en el prestigioso The Grange School. Ese cupo era para la alumna con distinción máxima.
“Me daba mucho nervio estar en un colegio full inglés, en un contexto muy privilegiado”, confiesa Macarena. Lo hizo tan bien que tiempo después volvió al colegio como Form Teacher, luego ascendió a Upper Prep Teacher hasta llegar, este 2023, a ser Head of year, que supervisa y coordina el bienestar y el progreso académico de los estudiantes en un año escolar.
En paralelo, Macarena se unió al proyecto de educación online UCLASES, en cuya web ella misma explica su motivación: “El proyecto me cautivó desde el primer momento, ya que poder llegar a muchos rincones del país de forma virtual y ayudar a los alumnos a consolidar sus aprendizajes es algo único. Ser parte de un cambio ha sido mi motivación y proyectos innovadores me atraen mucho”.
La profesora Bordagaray agrega un mensaje para los estudiantes de Chile, que bien podría ser un recado para la Macarena estudiante de unos años atrás: “¡EQUIVÓQUENSE! Ahora es el momento y es la mejor manera en que nuestro cerebro aprende: equivocándonos, reconociéndolo y preguntando”.
Las dudas que marcaron sus primeros pasos en la educación superior, se transformaron en certezas cuando Macarena Bordagaray comenzó sus prácticas en diferentes colegios, que es parte de los énfasis de esa facultad que busca “tener una visión lo más acercada a la realidad posible”.
La profesora confirma que esos trabajos en terreno cumplen su objetivo, que el aprendizaje es intenso y, de todas las lecciones, rescata dos certezas que han marcado su carrera: “Que los niños quieren incondicionalmente cuando estás presente en sus vidas y que la vulnerabilidad está en todos los sectores económicos”.
Integral, humana y cálida. Con valores claros, que se alinean a los míos, con un enfoque social. La universidad me entregó muchas herramientas como el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la didáctica.
Quizás no es tan bien valorada, pero es la carrera que crea todas las otras carreras. No sólo nos toca ser profesores, somos sicólogos, enfermeros, papá, mamá. Hay muchas cosas que las familias han dejado en manos de los profesores. Pero es una carrera increíble, uno aprende mucho y nunca deja de aprender. Uno genera un impacto en los niños.
¡Es una tremenda responsabilidad! Yo me lo tomo como que fuera el año más importante de sus vidas, porque creo que, sobre todo en ciertas situaciones, la intervención temprana, los límites claros desde pequeños y las responsabilidades desde el inicio de la educación, conseguirán personas perseverantes, con más oportunidades y con un sentido de responsabilidad y pertenencia grandes.
Macarena Bordagaray es consciente de lo afortunada que ha sido. Pero lejos de sesgar su visión de la realidad, su experiencia y espíritu crítico le permiten reconocer las profundas brechas que marcan la educación en Chile y enumerar algunos de los nudos que no han permitido superar la crisis en el área:
“La cantidad de recursos que se asignan a las escuelas públicas versus las privadas, que se manejan con otro tipo de presupuesto”, empieza Bordagaray. “El sueldo de los profesores: un buen docente, con magíster, es más caro, por lo que hoy es complejo tenerlo en el sector público”, sigue.
Y para enfrentar estos ejemplos de problemas en una educación en crisis, la alumni Finis Terrae propone: “Trabajo en comunidad: que todos los actores puedan estar presentes en la educación. Hay que hacer ajustes. Hay que repensar el sistema de evaluación docente. Que los profesores tengan que demostrar lo bueno que son afecta el trabajo colaborativo que debe existir entre ellos, lo que puede repercutir en los niños”, dice y compara: “En los colegios privados eso no existe, no de forma punitiva”.
Aunque no lo ha experimentado, está consciente de otros problemas que afectan a su gremio, como la violencia contra los profesores en la sala de clases. “Es un tremendo tema, porque muchos buscan culpar a alguien”, dice y plantea tres ámbitos de acción: “Necesitamos apoderados alineados con las instituciones que eligen para sus hijos, que nos ayuden a poner límites; profesionales apasionados por la educación y que no miren "en menos" situaciones graves. Y necesitamos niños menos expuestos a pantallas a tan temprana edad, sin acceso a plataformas que no son adecuadas para sus edades, sin tanta exposición a la violencia que lamentablemente se vive día a día en este mundo. Necesitamos niños que aprendan a disfrutar y que tengan tiempo de ser niños”.
Bordagaray defiende el gremio al que pertenece y la formación que tienen en Chile, pero ve espacio para cambios y crecimiento: “A pesar de los cambios en las mallas curriculares en las universidades, en Chile salen profesores con harto conocimiento, con mucha dedicación a la didáctica, pero poca formación en la parte administrativa, poco conocimiento de reglamentos internos y materias así”, plantea.
Convencida de que la creatividad y la innovación en la educación pueden acortar brechas y ponerse en práctica independiente de los recursos, Bordagaray optó por especializarse en esas áreas en el magíster en Educación de la Finis Terrae.
“Prepara profesionales capaces de crear propuestas educativas creativas e innovadoras, para potenciar el aprendizaje humano e incidir en las decisiones educacionales”, se lee en la descripción del postgrado, que agrega: “Lo anterior, mediante la reflexión crítica emanada desde los fundamentos de las neurociencias y la educación imaginativa aplicadas a la pedagogía”.
Esa reflexión crítica esta alumni Finis Terrae la tiene incluso con el colegio donde trabaja. “Pese a que hay muchos recursos, algunas clases seguían siendo muy tradicionales”, dice.
Siempre dependerá del docente ser creativo, didáctico, innovador, entusiasta. Uno puede tener la mejor tecnología de punta, o la precariedad en materiales, pero con creatividad se pueden llegar a lugares increíbles junto a los estudiantes. En general, la imaginería en los niños es muy innata, pero desarrollar la creatividad, el ingenio en resolver problemas, el enfrentarse a situaciones con una mirada divergente, es algo que hay que educar y para eso nosotros como adultos debemos permitírnoslo también.
El magíster me dio variadas herramientas teóricas y a la vez me permitió aprender mucho de otros docentes. Ver cómo aplicaban, aprender nuevas estrategias y herramientas para usar con mis estudiantes, ver qué tan simple y complejo puede ser involucrar la creatividad en las labores diarias, pensar críticamente, ayudarme a reflexionar de mi labor y motivarme a ser mejor, porque finalmente todo esto me hace ser mejor profesora día a día y eso hace que mis estudiantes puedan aprender más y mejor, porque ven que uno como adulto también se cuestiona, que se equivoca, que disfruta y que reflexiona.