Quien preside hoy el Consejo Nacional de Educación, el cual define los estándares educacionales de Chile, dio un vuelco en su vida cuando dejó un colegio de élite y se fue a trabajar a un contexto de vulnerabilidad.
Luz María Budge Carvallo, Profesora de Inglés de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Es profesora de Inglés de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Fue decana de la Facultad de Educación y Ciencias de la Familia de la Universidad Finis Terrae entre 2006 y 2014. Fue presidenta del Consejo de la Agencia de Calidad de la Educación, y hoy lo es del Consejo Nacional de Educación. Estuvo 18 años ligada al Colegio Santiago College. En 1993 dirigió el Colegio San Joaquín de Renca, de la Fundación Astoreca, donde además es directora editorial. Es asesora pedagógica de la Corporación Sofofa, consejera de políticas públicas de Libertad y Desarrollo y ha sido parte de numerosas fundaciones e instituciones de educación como Enseña Chile, Elige Educar, Grupo Educar, Fundación Choshuenco y Protectora de la Infancia.
“He sido muy millennial. Me he cambiado de trabajo 25 veces en la vida”, confiesa, con humor, Luz María Budge. Una de las mujeres con mayor trayectoria en el mundo de la educación chilena es una prueba viviente de cómo la curiosidad y la vocación de servicio son capaces de movilizar hasta lo más alto una carrera docente. La ex decana de la Facultad de Educación y Ciencias de la Familia hoy es presidenta del Consejo Nacional de Educación, organismo autónomo del Estado cuya función es revisar y aprobar las bases curriculares y nuevos planes de estudio que propone el ministerio de Educación.
Luz María recuerda que durante su infancia ya sintió que el poder de la educación era transformador. “Ninguno de mis padres era profesional, mi papá había trabajado en bancos toda su vida y mi mamá había tenido una tienda, una emprendedora. Pero el valor de la educación era central en mi casa. Quizás no iba por el lado del academicismo intelectual, era una actitud de vida”, define.
Recuerdo, por ejemplo, que en mi casa una de las primeras compras grandes fue una enciclopedia, que además era muy especial porque traía las partes del cuerpo en láminas transparentes. Por lo tanto, podías ver el cuerpo humano por capas y a mí me encantaba hurguetear eso, a los ocho o nueve años de edad. Me acuerdo de haberme sentado por horas con esa enciclopedia, que era en inglés.
Con un inglés aprendido en forma nativa gracias a su ascendencia paterna, ésta destacada profesora cuenta, sin embargo, que su primera opción profesional fue el periodismo. “Pero el año 71 entré a estudiar, el año 72 prácticamente no tuvimos clases y el año 73, en abril, se murió mi papá”, enumera para introducir cómo, en medio de las crisis nacionales y personales, apareció la pedagogía en su horizonte. “La situación familiar implicó que necesitábamos trabajar. Tomé la decisión de dejar el periodismo porque me iba a demorar cuatro años en poder tener un ingreso, y me cambié a Pedagogía en Inglés porque ya tenía el idioma. Rendí todos mis exámenes de los ramos de inglés en una mañana; así me quedaron libres las primeras horas y pude trabajar como vendedora en una mueblería. Después de almuerzo me iba a tomar los ramos de pedagogía y más tarde hacía clases particulares”, recuerda.
La primera parte de la carrera profesional de Luz María Budge se dio en un ambiente ideal, pero tras cumplir 18 años enseñando en el Santiago College quiso dar un giro radical. “Viví un privilegio absoluto, no sólo por la calidad de alumnos que tuve sino que por poder enseñar literatura inglesa, que era una rareza. Pero a los 40 años ya se me había metido el bichito de cambiar vidas, de aprovechar el poder de ser profesor. Sentí que había una responsabilidad enorme en ese poder, y la quise asumir yéndome a trabajar a la vulnerabilidad máxima”, confiesa quien hoy lidera el ente que fija los estándares de aprendizaje que rigen en el país.
La otrora Miss Budge se trasladó desde el sector oriente de la capital a Renca, para asumir la dirección del Colegio San Joaquín perteneciente a la Fundación Astoreca. “Me decía que no podía no probar que todos los niños pueden aprender. ‘No puedo no probar que todos los niños pueden llegar a tener la misma curiosidad que yo tengo. Tiene que ser así, no puede no ser así’. Y me fui a este colegio”, describe.
Con la misma pasión de quien toma una decisión así cada día de su vida, Luz María Budge, profundiza en su motivación para entrar en el mundo de la gestión docente. “Hice ese switch gigantesco principalmente porque creo en la libertad de las personas. Un niño a los 18 años tiene que ser libre de escoger su destino y no quedar en una carrera sólo porque le dé (un puntaje). Y esa libertad se consigue con una buena educación escolar”, declara. “Estuve nueve años en Renca. No logré todos los resultados que yo esperaba, pero se lograron en el tiempo”, añade.
Logré un montón de cosas, pero no logré en nueve años llegar a tener a los niños eligiendo sus carreras universitarias. Eso lo hemos logrado hoy día, después de 30 años. Creí que era que podía trabajar nada más que con los chiquillos, pero me doy cuenta de que el ambiente cultural, el contexto, influye muchísimo. Cuando esos papás, con enorme esfuerzo iban al mall el fin de semana, comían pollo y compraban zapatillas, yo decía ‘¿por qué no un libro?’
Y transcultural. Pero hoy día esos niños están pudiendo elegir si quieren Ingeniería Civil o Derecho en la Católica o en la Chile. Hoy día ya son tres colegios Astoreca funcionando con el mismo molde. Veo con enorme orgullo la cantidad de profesores que hay tratando de meter este cambio cultural, esta manera de ver el mundo desde el conocimiento y no desde los clichés, desde la televisión o desde las redes sociales Y lo agradezco enormemente, porque también sigo vinculada a ellos. Siento que esos nueve años ahí para mí fueron el equivalente a un doctorado en educación con todo lo que aprendí.
El trabajo desarrollado por Luz María Budge en sectores vulnerables fue reconocido a nivel institucional. Poco a poco la docente fue ganando un lugar destacado como gestora educacional. “Haberme pasado de la educación en riqueza a la educación en pobreza me obligó a mirar Chile en HD. Me obligó a entender la educación desde una mirada país. Desde una mirada de políticas públicas. Y me fui enamorando de esa visión”, declara.
Así fue como su pasión por el cambio se transformó en un capital que se podía compartir y enseñar. La llamaron a crear la Facultad de Educación en la Universidad Andrés Bello. Nunca dejó de trabajar en terreno, asumiendo roles claves en organizaciones como la Protectora de la Infancia. “Me fui involucrando en los derechos de los niños, en cómo había que trabajar para que cada niño, independiente de su lugar y condición de nacimiento, pudiera tener oportunidades de crecimiento y de desarrollo”, cuenta.
El año 2006 fue de consolidación para Luz María Budge. Fue convocada por la presidenta Bachelet, en medio de la crisis desatadas por las movilizaciones estudiantiles, para integrar la Comisión para la Calidad de la Educación y desde la Universidad Finis Terrae fue llamada a liderar la Facultad de Educación y Ciencias de la Familia. “Fue probablemente el año más intenso, pero el que también me dejó mayor satisfacción”, declara. “Pude ahondar en esa mirada de política pública a largo plazo, más reflexiva, darme cuenta de que las cosas no sólo hay que hacerlas, hay que pensarlas cómo hacerlas. Y ese fue un punto de no retorno para mí”, aclara.
De sus años a cargo de la formación de los docentes en la Finis, recuerda que al ser una Facultad por aquel entonces con pocos alumnos se pudo dar el permiso de experimentar con nuevas herramientas y conceptos. “Metimos el Diseño del Pensamiento (design thinking), la mentalidad de crecimiento que proponía Karol Dwek y los ideas de Angela Duckworth, con esta mentalidad del GRIT, de la perseverancia, de los valores, de la tenacidad y del esfuerzo. Entender que las cosas no pueden ser fáciles, tienen que ser difíciles para que tú no les pierdas el gusto a los desafíos alcanzables. Nos preocupamos de toda esta construcción de persona que hace el crecimiento en la educación. Así introdujimos la interdisciplinariedad en la formación, para hacer que los futuros profesores pensaran más allá de su asignatura”, cuenta.
Con orgullo, Budge recuerda que en un estudio realizado a distintas universidades que rendían la prueba Inicia (Evaluación Nacional Diagnóstica de la Formación Inicial Docente) resultó que la Finis Terrae era la que el mayor valor agregado entregaba a sus alumnos.
Clave, en su opinión, era fomentar que al igual que como lo había vivido a mitad de su carrera, los jóvenes pudieran conocer los diversos contextos donde les tocaría luego enseñar. “Teníamos muy buenos lugares de práctica para que nuestros alumnos pudieran exponerse a buenas experiencias educativas, y otros muy malos en los cuales esperábamos que tuvieran un pensamiento crítico y reflexionaran sobre eso. Toda esa observación iba luego de vuelta a la sala de clase, de manera que el futuro profesor pudiera problematizar. Si mal no recuerdo, los alumnos pasaban por cinco prácticas mientras estaban en la Finis, y todos tenían acceso a un colegio municipal, a uno particular subvencionado y a uno particular pagado. Queríamos que salieran con el bichito de la curiosidad, de la inquietud y de la búsqueda permanente de la calidad”.
A lo largo de su nutrida trayectoria, Luz María ha visto cómo la carrera docente se ha ido reposicionando como factor de desarrollo de un país. Es por eso que en los últimos años, tanto desde la Agencia de Calidad de la Educación como desde la presidencia del Consejo Nacional de Educación, le ha tocado ser parte del sistema de evaluación y acreditación de las carreras de pedagogíaque realizan las mejores casas de estudios superiores: “Las pedagogías fueron junto con las carreras de la salud las primeras acreditaciones obligatorias. Y eso puso un marco a los estándares que debe cumplir una Facultad de Educación, justamente entendiendo que el rol de la formación de profesores debe ser muy cuidada, muy exigente, muy desafiante. Porque la educación depende de ellos. O sea, si una Facultad de Educación saca malos profesores, el sistema no va a mejorar”, concluye.