Libro “Las puertas del mundo”

Lorena Álamo

El viaje de toda una vida

Con el proyecto “Odontoruteros”, que lleva atención dental a pueblos apartados, esta dentista de la primera generación de graduados de la Finis tributa a su padre, histórico docente de la disciplina.

Lorena Álamo Jadue, Magíster en Rehabilitación Oral, Universidad Andrés Bello. Cirujano Dentista de la Universidad Finis Terrae.

Es Cirujano Dentista de la Universidad Finis Terrae y Magíster en Rehabilitación Oral de la U. Andrés Bello. Tiene un Diplomado en Odontología Digital en la U. de Los Andes y un Diplomado en Estética en la Universidad de Nueva York. Es docente en la U. del Desarrollo y miembro de la Sociedad de Prótesis y Rehabilitación Oral de Chile. Trabaja en la Clínica Álamo como especialista en Rehabilitación Oral. Junto a su marido, Felipe Viterbo, también odontólogo, son impulsores del proyecto “Odontoruteros” -hoy fundaciónque en 2020 y 2021 recorrió el norte de Chile ofreciendo atención dental gratuita en un vehículo especialmente acondicionado.

Lorena Álamo recuerda, con cierta desazón, su primera extracción de un molar. Era una destacada estudiante de la primera generación de odontólogos formados en la Finis Terrae y la pieza salió limpiamente, sin causar ningún trauma a su paciente en el sillón. Ella estaba feliz, miró a su profesor, pero él se calló. Luego observó cómo sus otros compañeros recibían comentarios o felicitaciones por sus trabajos. Y no se conformó:

“Le pregunté ‘¿Doctor, por qué no me dice nada a mí? Salió súper bien’. Y me dijo: ‘Porque eres hija de Samy Álamo, ¿cómo no vas a saber hacer una extracción?’”, parafrasea, aún marcada por esa anécdota agridulce, excepcional a lo largo de su carrera. Era verdad. Lorena era hija de un destacado dentista y académico que había formado a buena parte de los odontólogos que ejercían en el país y enseñaban en las universidades. Pero también estaba haciendo su propia senda profesional, una que había decidido tomar desde que tenía siete años de edad.

“En general tuve una muy buena experiencia por ser hija de él. Siempre pasaba que los profesores pasaban lista y me decían: ‘¿hija del doctor Álamo?’. Y yo feliz. Fue increíble toda la carrera el haber sido hija de él. Todo el mundo me quería ya sólo por ser su hija. Sólo hubo este profesor en particular que me exigía el triple por esa razón”, precisa.

Mi papá, que en esa época era ya un docente muy prestigioso y conocido, me recomendó la Finis.

Él no me recomendaba la Chile. Porque al ser profesor de una universidad pública y una privada podía comparar la infraestructura de ambas. En ese minuto la Universidad de Chile no estaba tan bien. Pero afortunadamente justo el 2002, cuando entré, se abrió la carrera en cuatro universidades más: la Finis, la Andrés Bello, Los Andes y la Diego Portales. Y de esas cuatro, él me recomendó la Finis porque conocía a todos los profesores. Porque hay más docentes preocupados de uno y porque hay más lámparas de fotocurado por cada alumno.

Ramos, no. Pero una vez lo invitaron a dar una sola clase. Es que mi papá fue profesor de todos mis profesores.

Lorena cuenta que la instalación de la carrera no fue del todo fácil. Recuerda que los primeros ejercicios clínicos comenzaron a hacerlos en el Hospital de la FACH porque las instalaciones que se habilitaban en el campus universitario tardaban en ser entregadas. “Hubo una época en tercer año que se demoraron más allá de la cuenta. Se produjo un quiebre grande porque se fueron un par de alumnos, pero ya después nos enrielamos y nos titulamos felices. De los 120 que entramos al principio, terminamos 30”, dice.

AYUDA SOCIAL

Así como tiene claro que el aprendizaje de la odontología es oneroso, Lorena Álamo sabe que su ejercicio profesional no puede dejar de cumplir una función social. Una vez más es parte del ejemplo que aprendió del doctor Samy Álamo, quien además de ejercer en su consulta privada y ser docente universitario, por 50 años fue odontólogo del Hospital de Carabineros.

Que la suya era una profesión con un sentido ético se le metió en las venas desde la niñez. “Desde niña me gustaba ir a su consulta, estar con él y verlo trabajar. Además, mi mamá era su secretaria en la consulta. Entonces, en mi casa siempre se hablaron temas odontológicos. Siempre vi cómo se comportaba con los pacientes de más escasos recursos, cómo se preocupaba de llamarlos después de una operación. Yo soñaba con viajar con mi papá a los congresos y lo logré hacer justo antes de que él se enfermara de Alzheimer. Fuimos a un congreso de implantes en Miami, y fue muy lindo, invitarlo yo a un congreso de implantes, así que logré hacer eso justo a tiempo”, describe con emoción la joven profesional que hoy lidera la Clínica Álamo, de Vitacura.

Sin embargo, hay unos viajes que Lorena ha emprendido en los últimos tiempos y que, cuenta, le hubiera gustado compartir físicamente con su papá quien ya falleció. Se trata del recorrido por el norte que inició en 2020 junto a su entonces pololo -hoy, su marido- a bordo de una camper adaptada como clínica móvil para brindar atención dental en zonas extremas.

La aventura que bautizaron como “Odontoruteros” ya ha sido elogiada fuera del país: en 2023 ganaron el Premio Mundial a la Sostenibilidad en Odontología, tras haber sido postulados por el Colegio de Dentistas de Chile a la distinción de la Federación Dental Internacional (FDI). El reconocimiento se debe a que se equiparon para atender con materiales compostables, como vasos de almidón de maíz y cepillos de bambú, además de detergente, jabón, lavalozas y bolsas biodegradable.

“Amamos la playa y el mar, nos preocupa y queríamos ayudar ahí también”, dice, a la vez que cuenta que el plan fue organizar limpiezas de playas junto a las comunidades que atendían y educaban en el cuidado de la salud bucal.

Parte con las ganas de vivir una aventura con mi pololo, de querer recorrer el norte en una camper, con tablas de surf y nuestros perros. Mágicamente ambos teníamos el mismo sueño. Y para poder sustentar este sueño podíamos usar nuestra profesión, llevar una clínica portátil dentro de esta camper para poder instalarnos en lugares donde no había dentistas y poder así realizar atenciones dentales. Todo auspiciado por nuestros ahorros principalmente y luego llegaron los auspicios, las donaciones, una rifa y hasta venta de sonrisas de regalo que cualquiera puede comprar. Así nace el proyecto. La idea comenzó a gestarse en 2019 y el plan inicial era partir en abril de 2020, después de planificar por nueve meses, contactando las municipalidades donde estarían, viendo la logística, los proveedores… Pero, entonces, la pandemia del COVID-19 se declaró.

Lamentablemente nos tuvimos que quedar unos meses en Matanzas, donde Felipe vivía. Aplazamos la partida. Las mismas municipalidades nos decían que no era buen momento para viajar aún, pero nosotros sentíamos que, por la misma pandemia y encierro, las atenciones eran más necesarias todavía. En las zonas extremas puedes encontrar odontólogos generales, pero especialistas no. Al final me acuerdo que de tanto esperar, planificar y soñar, nos casamos. Así que esta historia se convirtió en una luna de miel -sonríe.

Claro, no tiene mucho que ver con lo dental al principio, pero después nos dimos cuenta de que era lo más importante del viaje. Era tan necesario esto que estábamos haciendo, tan lindo, tan replicable. Así que decidimos hacer rápidamente la Fundación Odontoruteros porque eso ayuda a conseguir donaciones. Creíamos que era un crimen no continuar con esto después de atender a 1.500 pacientes. No podíamos no seguir después de esta meta.

Partimos en noviembre de 2020, plena pandemia. Los consultorios estaban cerrados porque nadie quería ir al dentista porque el COVID se contagia a través de la zona bucal. Pero es algo que nosotros como dentista siempre supimos tratar, lidiar muy bien con los virus, con la transmisión de infecciones. Entonces, nos protegemos muy bien. Partimos desde Pichilemu. La Armada de Chile nos invitó a partir en la capitanía de puerto y fue un hit. Vimos que, ya que las municipalidades aún estaban reacias por el COVID, podíamos hacer el proyecto directamente con las personas que necesitaban la ayuda. Y nos organizamos con los sindicatos de pescadores, con los sindicatos de los algueros y las juntas de vecinos.

Odontoruteros recorrió la distancia hasta Arica en catorce meses, lograron instalar 19 veces su clínica dental y atendieron a 1.503 pacientes. Hoy el sueño es crear una flota de Odontoruteros dando vueltas por Chile gracias a los jóvenes odontólogos voluntarios que se han ido sumando a la Fundación. “Logramos nuestra meta de los 1.500 en un pueblito llamado Tulahuén, cerca de Ovalle, que es el pueblo natal de mi papá. Entonces también fue en honor a él”.