Desde su rol clave en la elección de las cartas al director del Diario El Mercurio, el periodista y militar analiza la incidencia de la Universidad Finis Terrae en el medio.
Gonzalo Vega Sfrasani. Subeditor de Opinión e Internet del diario El Mercurio, y profesor del ramo instituciones y procesos políticos de la carrera de Periodismo en la Universidad Finis Terrae.
Estudió en el Colegio Compañía de María de Apoquindo hasta segundo medio. Luego ingresó a la Escuela Militar, donde estudió cuatro años y egresó como oficial de Ejército. Destinado como subteniente en Linares, en 1997 decide estudiar Periodismo en la Universidad Finis Terrae. Hizo su práctica profesional en la sección política de la revista Qué Pasa. Fue asesor de prensa de la comandancia en jefe del Ejército y en 2003 fue parte de la misión de Paz en Haití. En 2001 comienza su trabajo en el diario El Mercurio, como periodista de la sección internacional. Desde mayo de 2012 es subeditor de Opinión e Internet del mismo diario, y profesor del ramo instituciones y procesos políticos de la carrera de Periodismo en la U. Finis Terrae.
El viaje de Gonzalo Vega a Haití en 2003 tiene todos los ingredientes de las experiencias que cambian la vida de las personas. Incluida la arista romántica. Ese año, el periodista egresado de la Universidad Finis Terrae trabajaba como asesor de prensa de la comandancia en jefe del Ejército, en manos de Juan Emilio Cheyre. “Cheyre le daba mucha importancia a la relación con los medios”, recuerda. “Y (el Presidente) Lagos mandó la Misión de Paz a Haití. Me avisaron de un momento a otro que debía viajar”, sigue Vega, con la naturalidad del que ha trabajado con líderes de opinión y en la sección más influyente del diario El Mercurio llamada, justamente, Opinión.
El giro romántico en su historia fue decisivo: “Me iba a casar en esos días y ante el viaje pedí un permiso de 24 horas para irme a Concepción. Llamé a mi novia, me casé por el civil y volví. No me corté ni el pelo”, agrega, dejando entrever la disciplina que le dejó su otra formación profesional.
Vega estuvo tres meses en la siempre complicada nación caribeña con la tarea de dar a conocer en Chile, a través de los medios de comunicación y otras estrategias, lo que el Ejército hacía en Haití. Su formación e intereses lo convertían en la persona adecuada para esa tarea: antes de ser periodista fue militar.
Fue al terminar el segundo medio en el Compañía de María de Apoquindo, que Vega decidió ingresar a la Escuela Militar, donde terminó esa etapa escolar como cadete. “Mi papá era militar, pero yo nunca fui fanático, ni hablaba del tema. En segundo medio me picó el bichito. Fue bien repentino”, dice, desde su oficina en el segundo piso del edificio de El Mercurio, donde se toman las decisiones editoriales.
Tras avanzar en el escalafón, fue destinado a La Unión. En esa ciudad de la Región de Los Ríos, al subteniente Vega le gustaba estar al tanto de la actualidad nacional y, especialmente, de las noticias internacionales. Era un uniformado “arriba de la pelota” en temas políticos.
“Nunca me cuestioné qué estudiar”, dice seguro. Y la elección de dónde hacerlo la tomó con la misma resolución. “Me gustaba la malla de estudios de la Finis Terrae. Me daba la idea de que era una universidad seria y de prestigio en Periodismo. La visité y las instalaciones me encantaron”, recuerda.
Fue un choque: era todo nuevo para mí. En las primeras clases, que empezaban a las 8:30 horas, yo veía que alguien llegaba atrasado y ¡el profesor no decía nada! Esa libertad me llamaba la atención. Y la diversidad de opiniones, era un mundo menos uniforme. En mis propios compañeros había una diversidad económica, social, política.
“Además, había un contacto más cercano con los profesores, propio de una universidad. Había una comunicación con ellos que iba más allá de la hora 20 que duraba el bloque”, agrega Vega, quien recuerda a maestros como Álvaro Góngora, histórico decano de la Facultad de Humanidades y Comunicaciones; Eduardo Guerrero del Río, Carlos Jorquera y, muy especialmente, a Alberto Rojas, director del Observatorio de Asuntos Internacionales.
“Siempre me gustó el tema internacional y la universidad me lo reafirmó. Y Alberto Rojas lo remarcó más. A tal punto que quise hacer la práctica en la sección Internacional de El Mercurio donde él trabajaba”, dice sobre un propósito que cumplió.
En general, el área internacional es un ramo de acompañamiento, pero la Finis Terrae tiene un mérito notable, porque se remarca en la malla, por eso me gustó. Y hacia afuera, en los medios, el Observatorio que lidera Alberto está súper presente. Su primera práctica lo acercó al tema en el que siempre ha estado “arriba de la pelota”: fue en la revista Qué Pasa, en la sección Política. Luego, la práctica en El Mercurio se convertiría en el inicio de una carrera ascendente en ese diario. Pero antes, Vega tuvo un paso por una agencia de comunicaciones. “Lo pasé muy mal. No era mi fuerte. Uno tiene que ser conocedor de sus virtudes y limitantes”, dice.
Fue en 2003 cuando, ya convertido en un profesional de las comunicaciones, Gonzalo Vega vuelve a integrarse al Ejército, pero en el rol de periodista encargado de máxima autoridad. En esa segunda etapa en la institución fue que empezó a formar su propia familia y pudo cumplir el sueño de presenciar en primera línea un conflicto humanitario de tanta relevancia como el de Haití. Reconoce, eso sí, que en ese período siempre estuvo atento a las oportunidades de regresar a ejercer el periodismo internacional en un medio de comunicación. “Estaba en Haití cuando alguien de El Mercurio me avisó que había un cupo”, recuerda.
Profesionalmente excelente, humanamente es un choque cultural. Era un momento en que la situación estaba muy álgida. Al aterrizar, el avión apagaba las luces para evitar atentados. Estábamos en una universidad que la habilitaron para tropas de Estados Unidos, Francia y Chile.
Tenía que contar lo que el Ejército hacía allá, era comunicación hacia Chile. Si tuviera que arreglar algo allá, no sabría por dónde partir: las casas no tienen número, niños aprovechando la luz de un poste para estudiar, niñas que se ofrecían a los soldados.
Se ha involucionado, efectivamente. Cuando ves las noticias, hay pocas notas internacionales, si muere alguien conocido, abordan su visita a Chile. Con la mirada en nuestro barrio, América, y los temas importantes están lejos. No ha ido de la mano con la inserción del país en el contexto internacional.
El dato laboral que le llegó en medio de su trabajo en Puerto Príncipe hacia fines de 2004, se convirtió en una carrera de casi 20 años en El Mercurio. Estuvo ocho años como periodista de la sección internacional del diario y el resto a cargo de Opinión e Internet. Su rol incluye la supervisión de la sección cartas al director, un espacio que mantiene su influencia en la agenda y en la opinión pública nacional, pese a los múltiples cambios que han experimentado los medios de comunicación en Chile.
De partida, nunca pedimos un texto, ni carta, ni columna, sino que todos son textos que han sido enviados de manera voluntaria. Gente que se sintió convocada por algún motivo a enviarnos una carta. Y el criterio de selección es bien simple, pero a la vez también alguien lo puede considerar complejo: publicar lo que por diversos factores nosotros consideramos más interesante.
Las que aporten quizá un punto de vista poco conocido o novedoso. También las que tengan una opinión, porque eso también fomenta el debate entre diversas posturas. Siempre hay que considerar que por la cantidad que llegan hay que hacer una selección. Es imposible publicar todo. Podemos publicar cada día el 8% de las cartas que llegan y eso es bueno, porque se publica lo que se considera lo mejor.
Acá hay cabida tanto para expertos en una materia, líderes de opinión, como también para personas comunes y corrientes. Muchas veces estas cartas han servido de pauta para temas. A veces las cartas son reacciones a noticias, pero en otras ocasiones las cartas son origen de noticias. Las cartas se editan en forma y redacción. En ningún caso se cambia el fondo de lo que plantean. Da lo mismo si va de la mano con la línea editorial del diario.
Hace unos años pensé que las redes sociales iban a matar la sección Cartas. Es obvio que la gente quiere ser escuchada, pero el lugar donde aparece dice algo: no es lo mismo que salga en Twitter (X) a que salga en un medio. Soy un defensor de los medios tradicionales, de que haya un filtro que determine si es verdad lo que se dice, si tiene asidero. El diario sigue siendo muy valioso.
La veo bien posicionada. Destaca en Periodismo y en su aparición en los medios. Obviamente, tengo una buena percepción de Alberto Rojas, que siempre es consultado como experto internacional en los medios. Otra área en la que la Finis aparece bien involucrada es el Arte. Recuerdo la presencia de Mario Toral. Hoy la universidad también es bien reconocida en el área de Salud.
Por ejemplo, durante la pandemia los especialistas y doctores de la Universidad eran consultados. Tuvo una presencia bastante importante, e incluso más de una autoridad de la Universidad terminó ocupando cargos en el gobierno para el manejo de la crisis. Y qué mejor que eso para hablar de cómo está considerada la Universidad.
Ha crecido bastante la presencia. Hay encargados de comunicación en distintas facultades para estar presentes en los debates que se están dando y eso puede ser a través de seminarios o vocerías de sus autoridades, de sus expertos. Por ejemplo, ante el debate educacional, el propio rector ha tratado de marcar una postura al respecto cuando escribe columnas en la sección de Opinión.
Hasta hace unos años, muchas universidades estaban encapsuladas en su mundo. Incluso, cuando nosotros estábamos estudiando nos daba la idea de que la distancia entre lo que veíamos en la universidad y lo que pasaba en la realidad era grande, estaba totalmente desconectado. Era común decir: ‘Cuando entres a trabajar vas a aprender muchas cosas que la universidad no te enseña’. Creo que esa distancia se ha ido acortando.