La alumni rompió con éxito las estadísticas, que demuestran que las mujeres están subrepresentadas en las carreras ligadas a las ciencias, tecnologías, ingeniería y matemática.
Gabriela Rivera Ugalde Especialista en estudio y análisis de redes de Enel
Es Ingeniería Civil Industrial de la Universidad Finis Terrae, titulada con distinción máxima; fue la única mujer graduada de la primera generación de ingenieros civiles de esta casa de estudios en 2017. Especializada en liderazgo e innovación en curso Leading Digital Transformation del Massachusetts Institute of Technology (MIT). Actualmente trabaja en Enel Chile, como especialista en estudio y análisis de redes. Ha trabajado como ingeniera en Inteligencia Artificial en la Fundación CaleiSeis y en su emprendimiento Kübyte Labs.
A Gabriela Rivera le gusta recordar que su papá, Gerardo, fue uno de los primeros titulados de la carrera de Geología en la Universidad de Chile. Décadas después, ella también se transformó en pionera, y por partida doble: fue la única mujer titulada como Ingeniera Civil Industrial en la primera generación de egresados de esta carrera de la Universidad Finis Terrae en 2017.
Su padre ya no estaba en este plano cuando Gabriela terminó la carrera, tarea en la que siempre contó con su apoyo e inspiración. “Mi papá nos decía: estudien lo que quieran y donde quieran, pero se comprometen con eso. Si entran a estudiar una carrera, perfecto, pero tú te titulas de eso”, recuerda.
Y aunque Gerardo Rivera era hijo de la educación pública, su hija dice que nunca hizo diferencias con las universidades privadas y que apoyó su elección por la Finis Terrae. “Te entregan herramientas, pero no porque tú estudies en tal universidad serás tal persona”, dice Gabriela, quien opina que esa distinción se diluyó con los años: “Las universidades privadas fueron ganando mucho terreno”.
Los Rivera vivían en Copiapó cuando llegó la edad de los estudios superiores de sus hijas. La hermana dos años mayor que Gabriela adelantó camino y se inscribió en la Finis Terrae. Su padre le instaló un departamento en Santiago, al que Javiera llegó después. “Mi papá decía: ‘Estás recién llegando a Santiago desde una ciudad chica y, para mayor seguridad, tienes a tu hermana’. Aparte, soy la menor, así que también había un poco más de sobreprotección”, recuerda.
El cuidado paternal no impidió que su hija diera un paso valiente, que abre puertas a otras mujeres, al entrar a estudiar una carrera en la que ellas son minoría. De hecho, de los casi 50 estudiantes que ingresaron a esa primera generación de Ingeniería Civil, unas diez eran mujeres. Al terminar la carrera, sólo ocho alumnos lograron titularse: Gabriela fue la única mujer.
Esta brecha de género en el mundo de la ingeniería es global y para entender las estadísticas que la evidencian hay que familiarizarse con el término STEM. Una sigla acuñada en la década de 1990 en Estados Unidos para referirse al conjunto de disciplinas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (Science, Technology, Engineering y Mathematics). Las llamadas carreras STEM han sido por décadas reductos masculinos. Dentro de los países que forman la OCDE, el porcentaje promedio de mujeres tituladas en carreras STEM es apenas 13%. Alemania tiene el más alto porcentaje (19%) y Chile, por su parte, obtiene el más bajo, con un 7%.
Estas cifras son parte de un informe elaborado para la Cámara de Diputadas y Diputados que, en mayo de 2023, aprobó un proyecto de ley que establece la paridad de género en la adjudicación de proyectos de investigación y otorgamiento de becas en las áreas STEM. Y aunque sigue en trámite en el Congreso, ya se han tomado medidas concretas.
En julio de 2023, el Mineduc, a través de su Comité Técnico de Acceso del Subsistema Universitario, acordó que las universidades ofrezcan cupos adicionales para mujeres en las carreras STEM, buscando potenciar la participación femenina y reducir así la brecha de género que se explica por los estereotipos arraigados desde la niñez, basados en la falsa creencia de que las mujeres “son malas para las matemáticas”. Además, acrecientan la baja participación la falta de modelos femeninos a seguir en estas áreas y la percepción de un ambiente hostil o poco inclusivo en esas carreras.
La Universidad Finis Terrae ya tiene dentro de sus opciones de Admisión Especial el llamado Cupo Mujeres STEM, que consiste en un número de vacantes para las mujeres que queden en lista de espera en alguna Ingeniería Civil.
Pero la Finis ha ido más allá, creando el Cupo Mujeres en Ingeniería, que busca impulsar el ingreso de estudiantes mujeres a las carreras de Ingeniería Civil Industrial e Ingeniería Civil en Informática y Telecomunicaciones, reconociendo a las estudiantes de Enseñanza Media con buen desempeño escolar en las materias STEM.
Cuando Gabriela ingresó a la Finis Terrae, su porcentaje ponderado fue uno de los más altos. Y sus notas escolares en materias como Matemática o Ciencias eran sobresalientes. “Cuando me matricularon, a mi mamá le dijeron que yo había quedado en el top one de los ingresos. Estaba fascinada porque su hija entraba en el número 1”, recuerda Gabriela.
Gabriela Rivera se crió en un hogar libre de estereotipos y lleno de estímulos, como los libros científicos de su padre, por lo que no necesitó las herramientas de fomento de mujeres en carreras STEM. Sin embargo, al llegar a la Universidad sí se evidenció otra brecha: los disímiles niveles de formación en los ramos STEM en la Educación Media de los novatos según el colegio desde dónde vinieran.
“Cuando yo entré no era tan dispareja la situación como ahora. Hoy sí se nota mucha diferencia de nivel de educación entre los colegios”, compara y recuerda: “En ciertos cursos había compañeros que quizás tenían un conocimiento menor, o les costaba más, pero siempre los profesores estaban dispuestos a explicar. Y como éramos una carrera tan chica y éramos tan pocos, estaba el tiempo y la disponibilidad de ir a preguntarle y conversar con ellos”.
Siempre me gustó más, como el nombre de la carrera lo dice: lo Industrial. Me gustaban los ramos que te meten en los procesos de la industria para apoyar, para mejorarlos, para optimizarlos.
Varios se fueron quedando rezagados en los ramos y otros buscamos adelantar. Aparte, la metodología que teníamos nosotros en esos años era distinta a la que ocupaban las universidades tradicionales. Teníamos proyectos asignados con entrega de informes y pruebas cada dos o tres semanas, donde lo que más pesaba era el avance de esos proyectos. La idea era que el alumno estuviera en constante estudio y no que simplemente se sentara a estudiar a la prueba.
Los proyectos nos hacían ponernos en el lugar de, por ejemplo, un jefe de proyecto que enfrenta un problema que hay que resolver de manera ejecutiva. Cuando ya agarras el ritmo se te empiezan a juntar todas las piezas, desde lo que viste en algún minuto, como ecuaciones o física. Las cosas van tomando forma.
Los dos primeros años fueron como seguir viendo materia del colegio, como fórmulas matemáticas con ramos tipo álgebra, cálculo y estadísticas. Cuando pasas a tercero, los ramos son distintos y se te abre la mente. Te hacen ver las cosas desde una manera más profesional. Ramos como macroeconomía, contabilidad, termodinámica. Si bien otros me costaban, igual me gustaban, eran los relacionados directamente con procesos industriales, como fluidos, calor y ondas. Por eso mi tesis se enfocó en un proceso industrial.
En 2018, Gabriela Rivera terminó su carrera con la tesis de grado “Factibilidad técnico-económica de una planta de Biodiesel utilizando microalgas como materia prima”, con la Dra. María Luisa Cerón como profesora guía, a quien reconoce porque le entregó un apoyo más allá de lo puramente académico pues la acompañó con la comprensión que necesitaba para poder desarrollar su investigación en los últimos días de vida de su papá.
Ya han pasado diez años desde que yo ingresé a la Universidad. En mis años el tema no pegaba tan fuerte. Tenía profesores que en sus ramos nos mostraban cosas como paneles solares y en un proyecto nos hicieron trabajar, de manera teórica, desalinizando agua de mar para llevarla a un pueblo que estaba desabastecido. Siempre estuvo el tema, quizás no de manera tan fuerte como debe estar ahora.
Partió un poco turbulenta. Me costó en un inicio encontrar trabajo. Estuve casi todo el 2018 sin trabajo y en 2019 ingresé a trabajar en la Fundación Caleiseis, donde me reencontré con la programación y conocí el análisis de datos y toda la rama de Machine Learning.
El Machine Learning es una disciplina del campo de la Inteligencia Artificial que, a través de algoritmos, dota a los computadores de la capacidad de identificar patrones en datos masivos y elaborar predicciones, lo que se conoce como análisis predictivo. “Estando ahí en la fundación surge la idea de formar una consultora junto a colegas, además de un compañero de carrera y un profesor. Nuestro emprendimiento se llamó Kübyte Labs, y era una consultoría de servicios de ingeniería orientados a machine learning, inteligencia artificial y business intelligence. Partimos a fines de 2019 y, a pesar de que sobrevivimos al estallido social y a la pandemia, fue bastante duro y a mí me pasó la cuenta. Decidí que necesitaba algo más estable”, cuenta.
A lo largo de la carrera siempre nos impulsaron a desarrollar las ideas que surgían de los proyectos que hacíamos. Tuvimos cursos orientados al desarrollo, gestión y evaluación de proyectos o negocios.
La estabilidad laboral que buscaba Gabriela llegó en Enel Chile: “Estoy en el área de planificación de la red, más específicamente en el análisis de la red. Tengo que ver cómo se van utilizando los datos, la demanda, la energía, la demanda de potencia y otros modelos que ayuden a mejorar la planificación de la red para que pueda ser más óptima”.
Claro, son inputs que yo les entrego a mis compañeros, para que ellos puedan planificar mejor.