La arquitecta descubrió su potencial creativo y académico en la Finis Terrae, donde volvió a dar clases después de cursar un master en Londres.
Constanza Hagemann Muñoz, Arquitecta.
Magíster en Metodologías de Diseño, Architectural Association, Londres. Arquitecta de la Universidad Finis Terrae (2003). Docente de la misma facultad desde 2013. En 2009 junto a Nicolás Valdés fundan el estudio Panorama, hoy Valdés-Hagemann, en Santiago de Chile. Hoy la oficina tiene presencia en Uruguay.
Constanza Hagemann encontró las respuestas de lo que sería el resto de su vida en un test. Recuerda que estando en enseñanza media no tenía demasiada claridad sobre qué carrera profesional seguir. Psicología y Diseño eran opciones posibles, pero una prueba psicométrica que aplicaron en su colegio Villa Maria Academy con fines vocacionales, le dio una sorpresiva orientación: Arquitectura debía ser su elección.
“Te hacían una prueba antes de terminar el año para ver cuáles eran tus recursos o las cosas que más fáciles te salían. Y ahí me propusieron estudiar arquitectura porque tenía una buena capacidad visoespacial”, recuerda. “En ese momento no entendí mucho. En mi familia nadie es arquitecto, entonces me preguntaban si estaba segura. Pero como no quedé en psicología, me acordé de esta prueba y elegí la Finis precisamente porque tenía el primer año en común con diseño. Iba a probar si era diseño o era arquitectura, con libertad”, describe.
Fue rotundo el cambio de notas que tuve cuando empezamos a ver los trabajos en 3D. Yo que era promedio en la educación media, de repente sacaba puros ‘distinguidos’ -sonríe-. En el primer taller con el Sergio ‘Chino’ Miranda -primer profesor emérito de la U. Finis Terrae- empezamos a hacer cosas en dos dimensiones, como collages. Pero de repente él nos pedía un trabajo que era espacial, cúbico o da lo mismo la forma, pero donde tenías que leer espacios en relación a otros espacios, por ejemplo, ver cómo se arma el vacío alrededor de la masa. Y mi mente empezaba a volar. Esa parte creativa tridimensional del espacio fue lo que empezó a salir naturalmente. Podía ver y entender cuando el ‘Chino’ explicaba por qué estaba bien lo que yo había hecho. Dije, bueno, en realidad esto es lo que puedo hacer, lo que me sale fácil y me gusta.
A partir de esa convicción lograda en su primer año de carrera, Constanza comenzó a destacar. Quedó a cargo de ayudantías y empezó a practicar la enseñanza haciéndoles devoluciones a quienes ingresaban a la carrera años después: “Fui aprendiendo a razonar y explicar esta cosa más abstracta de la arquitectura”, describe.
¿Qué destacaría de la visión de la arquitectura en la Finis?La Finis tenía una línea súper basada en el contexto y en el territorio, no sólo en el edificio mismo. Nos preguntábamos cómo vemos el lugar donde estamos y cómo podemos representarlo o resaltarlo. Y, por otro lado, trabajábamos con el supuesto de un cliente: por ejemplo, la casa para un artista. Había que pensar qué cosas hace el artista en su casa. Era bonito enfrentar un trabajo mucho más relacionado a algo, que sólo por el puro formalismo o por lo bonito que pudiera ser. Era una mirada súper interesante de la Universidad.
Al final de la carrera y tras un primer empleo en un estudio particular, Constanza Hagemann ganó una beca Presidente de la República para cursar un Máster en Londres. Su objetivo era profundizar la búsqueda de cómo unir su talento visoespacial con los parámetros que las demandas del territorio y del cliente, por ejemplo, añaden a cada encargo. Partió junto a esposo, también alumni de Arquitectura, Nicolás Valdés.
“La Arquitectural Association de Londres es una de las mejores universidades de arquitectura y yo quería estar en el Design Research Laboratory, que mezclaba el análisis y la investigación con un resultado formal”, explica. “El master me dio una mirada mucho más matemática de la arquitectura, que era la arista que quizás me había faltado profundizar en el pregrado. El máster se basaba en probar miles de posibilidades para llegar a un resultado simple. Pero para eso tenías que pasar por muchas iteraciones. Eso fue lo más interesante, entender cómo dentro del análisis de la iteración de las posibilidades y de evaluarlas todas, podías llegar a lo más certero, a lo más simple y a lo más resumido de un proyecto”, agrega.
(Sonríe) Exacto. Aprendimos a encontrar esa esencia usando un montón de programas computacionales que te ayudaban a generar esas iteraciones en base a parámetros que uno le ponía, como una tabla Excel. Por eso digo que ahí se unió la matemática, la fórmula, los valores, ponerles número a las cosas. ¿Qué pesa sobre lo otro? ¿Cuáles son las jerarquías? Las relaciones, las distancias, las alturas... Todo se podía llevar a una tabla Excel. Todo se podía llevar a una ecuación. Y eso te da infinitos resultados que después, evaluándolos, podías derivar a esa simpleza que buscábamos en la arquitectura.
Constanza cuenta que junto a su esposo, quien trabajaba en la prestigiosa oficina KPF de Londres mientras ella estudiaba, decidieron volver a Chile con todo lo aprendido en Europa para abrir su propia firma, Panorama, que hoy se llama Valdés-Hagemann. Además, al final de la beca, ella debía devolver al Estado lo recibido ejerciendo la docencia: “Y no tuve dudas de que sería en la Finis”, cuenta quien por diez años fue profesora en la misma Facultad donde estudió.
Antes, eso sí, la pareja de jóvenes arquitectos aprovecharía su último año sin ser padres para darse un viaje de instrucción: “Era el momento para darse un tiempo sabático y recorrer viendo no sólo arquitecturas antiguas, sino que un montón de culturas”, recuerda.
La arquitecta Constanza Hagemann se había dispuesto a viajar desde Rusia a Mongolia, Pakistán, India, Bangladesh, Myanmar, Tailandia, Filipinas y China. Con su esposo, además de futuro socio y padre de sus tres hijos, partieron a bordo del Tren Transiberiano con el propósito de luego seguir el recorrido en buses. Pero al llegar a Mongolia se encontraron con una realidad muy diferente a la que esperaban:
“Allá no existe ni la subdivisión predial. Es un país que funciona en base a moverse en distintas épocas del año, así que fue muy interesante recorrerlo durante un mes en estilo nómade. Fue una experiencia buenísima ir encontrándonos estas carpas, que estaban en la mitad de la nada, para ir alojando. Imposible algo más distinto a lo que acostumbramos ver”, recuerda sobre el viaje por un espacio sin asentamientos permanentes.
Muy buena experiencia encontrarte con el paisaje y lo precario de lo construido. Y otros países, como India, te da una mirada del rito, del acto en la arquitectura. De cómo se instala lo humano.
Siempre encuentro respuestas en el pasado. Me gusta pensar cómo buscaban hacer una cueva para taparse el sol. O la simpleza de poner pilares y después unos toldos para armar una feria. Cómo con lo mínimo se puede lograr una obra. En la arquitectura siempre busco eso: la simpleza de los elementos. La geometría y la luz, eso es para mí todo lo que se necesita.
El manejo de tablas similares a un Excel donde se expresaban los círculos, triángulos, cuadrado, rectángulos y líneas que ella dejaba brotar antes desde su imaginación, junto a la experiencia de haber habitado paisajes recónditos, eran parte del valioso capital que Constanza Hagemann trajo de vuelta a su Universidad.
Las herramientas cambiaron muchísimo desde que estudié hasta que fui docente. Pasar de los planos a los renders (simulaciones computacionales en 3D) fue un gran salto, y me surgió la necesidad de enseñarles a dibujar, porque los renders no se van a ir a obra. Con eso no puedes construir nada. No se puede olvidar el dibujo técnico, porque en un plano se tiene que especificar y detallar. Independiente de que hagas un dibujo, tienes ponerle una flecha y decir “esto es de tal material, sólido no sólido, hormigón o madera”, y tienes que ponerlo en planta. Esa parte del dibujo te obliga a desarrollar. Ahí es donde se ve la escala. Parte de mi trabajo fue hacerlos conscientes de que no había nada resuelto con un render, que había muchas cosas no resueltas.
Cuando estudié tuve un curso de arquitectura sustentable. Es un tema que la Finis tuvo y trabajó desde el principio. El concepto estaba, obviamente, mucho menos trabajado que hoy. Hoy día sí es importante dar a entender cómo estás desarrollando eso específicamente, cómo haces eficiente térmicamente y acústicamente un proyecto de arquitectura. Sin duda, ya es un criterio exigible. Ahora, los principios básicos de la sustentabilidad han estado siempre: la ventilación cruzada, la radiación solar, la orientación. Son temas que se hablan desde siempre, vienen de la antigüedad. Las obras de Valdes-Hagemann (ex Panorama) han sido destacadas por publicaciones internacionales. Destacan proyectos de arquitectura residencial e industrial, como la planta embotelladora de agua en el Fiordo Queulat, Chile (2011) y el Sauna Ranco (2010), construido en el Lago Ranco. En ambas construcciones se resalta la integración con el paisaje y pureza de las formas.
Hoy Constanza y su familia residen en Uruguay, donde abrieron una filial de su empresa y desde donde llevan la oficina local.